¡¡Bienvenid@s!!

Éste es mi espacio, por el momento... quien sabe después... Lo hice especialmente para que todos puedan disfrutar de algunas de las tantas cosas que tengo en mi cabeza y que me dan vueltas constantemente... Una de las más importantes, es aquella historia que empezó como una simple idea y que terminó, como la mayoria sabe, en una novela. Podrán ir disfrutándola de a poquito, hasta que llegue la primera edición, que no falta mucho, tampoco, pero hay algunas personitas un poco impacientes por ahí... y bueno, hice éste espacio para ellas y para mi.

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lunes, 28 de marzo de 2011

Segundo capitulo

Capitulo II


Noche de chicas


 Helena no mostraba ningún signo de nerviosismo, pero yo sabia que por dentro se estaba casi muriendo, tanto como yo. Cuando nuestras madres nos dejaron en la entrada de nuestro nuevo colegio, supimos, o por lo menos yo lo supe que iban a ocurrir muchos cambios en nuestras vidas.
 El nuevo colegio era enorme, pensé que me perdería y tendría que venir un grupo especial de bomberos o algo por el estilo a buscarme. Recuerdo que dije:
— ¡Por favor! ¿Qué tan grande es esto?
En este momento fue cuando Carla entró en nuestras vidas.
—No es tan grande, solo lo aparenta—habló la adolescente que no conocíamos aún—. Tiene cuatro patios, de medida normal, dos enormes en el fondo, en total seis, cinco galerías, una galería principal, es solo de casi noventa metros. No es gran cosa—finalizó.
— ¡¿Qué no es gran cosa?!— le dije casi gritando. Pensé que jamás me llevaría bien con ella, parecía muy altanera.
— Hola, me llamo Helena Von Harris y ella es Victoria Benedetti.
— Me llamo Carla Barrionuevo, ya estuve varias veces aquí—dijo con una sonrisa, que yo consideré falsa—. Mi mamá es profesora de matemática, y ya me enseñó todo. ¿De qué escuela vienen?
Nos preguntó ansiosa.  ¿Es demasiado obvio que somos ingresantes?, pensé.
 Helena le respondió y luego le preguntó si nos podría ayudar a encontrar el curso que nos tocó ya que ella conoce el establecimiento.
— Si no tengo problema, ¿qué curso les toco? —parecía un poco mas interesada en hacer amigas que ser arrogante. Me pareció amable desde ese momento, aunque todavía tenia mis dudas.
Solo después nos enteramos que el destino nos había unido, Carla pertenecía a la división que nos había tocado a Helena y a mí, asi que nos mantuvimos cerca de ella. Era un colegio solo para mujeres, asi que conseguir amigas no nos fue del todo difícil. Al elegir nuestros asientos, descubrimos a Valentina Scheeper y Rocío Sánchez, ellas ya eran buenas amigas, se conocían hace un tiempo, eran vecinas. Al igual que Helena y yo.
Pasamos buenos momento juntas, lo recuerdo con una sonrisa, fuimos amigas desde el primer día de clase. Desde el primer momento Carla se autodenomino como líder del grupo. Recuerdo que había disputas con Rocío, ella también quería liderar al grupo. Con el tiempo nos volvimos más inseparables. Hasta el día de hoy no dejamos de frecuentarnos, y volvemos a estar juntas para acompañarnos  y apoyándonos  nuevamente.
El próximo recuerdo que viene a mi mente es el de las múltiples peleas que tuvimos entre nosotras, por pequeñeces. Como olvidarlas, claro somos muy buenas amigas pero también teníamos nuestras peleas, algunas por un motivo justo, otras no tanto. Fue entre Rocío y Valentina, ésta vez. En el colegio nos hacían practicar un deporte diferente cada semana, no terminábamos de aprender uno y ya nos estaban enseñando otro nuevo.
La de ellas fue una discusión sin sentido, para mí y para las demás. Aunque ellas estuvieron dos semanas sin hablarse, lo cual era extraño porque, eran vecinas y viajaban en el mismo transporte dos veces al día, los cinco días a de la semana. Yo no hubiera aguantado tanto tiempo sin dirigir la palabra a alguien. 
Cuando pasaron los días el clima se puso un poco más tenso, ya que se miraban con mucho odio la una a la otra. Un día volvieron a discutir por lo mismo, que Rocío había hecho trampas en el juego y que Valentina como represaría le había arrojado, según ella, sin querer la raqueta de tenis por la cabeza.
Yo traté en vano de meterme en medio para que dejaran de discutir; me cuestionaron, me gritaron y me dijeron que no me metiera. ¡Pero hay que ver como se pusieron!  Me dijeron que yo estaba del lugar de la otra y no en el de ellas,  me pusieron a elegir entre una y la otra, yo no sabia que hacer. Sinceramente no las entendía.
Al final, como siempre sucedió en las peleas que tuvimos en el grupo, Helena es quien nos volvía amigar y quien nos hacia reflexionar sobre lo que habíamos hecho mal. Parecía un ángel de amor y de amistad, un pedacito de cielo azul.
Ellas, Valentina y Rocío, se amigaron nuevamente, se pidieron perdón y me pidieron perdón. Era increíble lo que las simples y sabias palabras de Helena, hicieron en menos en diez minutos. 
También recuerdo que un día estábamos en hora de gimnasia, pero la profesora se retiró por algún motivo, no nos dijo porque, o ya no lo recuerdo. Algunas compañeras se entusiasmaron más de la cuenta con el nuevo deporte de la semana, Voleibol. Todas teníamos alrededor de quince años, no éramos expertas en el juego, para nada debo decir. 
Las pelotas empezaron a volar sin control alguno. Recuerdo  que una me golpeó en la cabeza, yo estaba de espaldas a la red, no fue tan doloroso, pero cuando a Valentina solo se rozó el oído, ésta se trasformó y comenzó una pequeña batalla que se nos fue de las manos.
Había al menos unas veinte pelotas en el aire al mismo tiempo; luego se convirtió en un típico juego de quemados. A la que la pelota tocara debía abandonar la cancha. Yo dejé que me golpearan rápidamente, ya no quería seguir jugando, se estaba poniendo demasiado rudo y Valentina odiaba perder en algo. Siempre fue muy competitiva.
Valentina lanzó una pelota con tal fuerza que le pegó a una chica en la cabeza y la tiró al suelo. Ella se enojó tanto que tomó varias pelotas y las empezó a arrojar una tras otra a Valentina. Con las demás nos escudamos detrás de un árbol, y no pudimos ver qué pelota golpeó a Carla.
Fue realmente el peor golpe que alguien recibió. La golpeó en la nariz e hizo que sangrara demasiado. En ese momento entró otra profesora que pasaba cerca nuestro y obviamente escuchó los gritos de Carla y lo de nosotras alarmadas, al ver que ella sangraba como si le hubieran puesto una canilla en la hubieran abierto hasta el tope.
 Por mi parte me impresiona el color de la sangre, ese rojo carmesí y su olor tan particular que me revuelve el estomago. Me marea y hay veces en las que me desmayo. La profesora  nos reprimió a todas y dijo que nos iba a sancionar si no decíamos en ese mismo instante, quien había golpeado a Carla. Nosotras no habíamos visto quien había sido, pero si el golpe fue de Valentina no la podíamos demandar. Podrían expulsarla del colegio, al igual que a la otra.
De un momento a otro, una compañera, Constanza, se adelantó hasta la profesora y le dijo que se hiciera cargo de nosotras; de Carla que sangraba y de mi que ya había tomado un color verdoso, y al parecer no respiraba, ya que Helena, que estaba junto a mi, me abanicaba con su mano.
La profesora reaccionó, y dijo que volvería por las culpables, y nos llevó a las dos, acompañadas por Rocío, Helena y Valentina, a la sala de profesores que no estaba lejos, y gracias a Dios el baño quedaba de pasada. Apresuré el paso y entré al baño y vomité. Valentina y Helena entraron y me ayudaron. Rocío se había quedado con Carla.
Luego, estábamos todas en la sala de profesores, que no era más que una pequeña habitación, llena de colchonetas, redes y más pelotas. La profesora nos dejó allí y se fue por un teléfono para poder llamar a emergencias. Me encontraba mejor, tal vez era porque Carla estaba lejos de mi y eso me daba un poco de alivio pero todavía me preocupaba mucho el hecho de que todavía le sangrara la nariz. ¿Qué tan grave podría resultar? ¿Cómo una pelota podía lastimar tanto?  Pobre de ella. Y que suerte que no fui yo la herida.
A los pocos minutos, la profesora entró con un  vaso con agua para mí y un pequeño botiquín, en las manos a medio abrir, para al menos limpiar la sangre del rostro de Carla, hasta que llegaran los paramédicos,  y anunciando que ya vendrían nuestros padres por nosotras.
Me quedé muy quieta, mirando a la profesora, que de manera muy torpe trataba de limpiar con una gaza y alcohol la sangre que quedó en el cuello y parte de las mejillas de Carla, que se quejaba con cada roce torpe que hacia la profesora.
 Los paramédicos llegaron bastante rápido; y ni bien entraron a la sala se pusieron a trabajar, primero con Carla, por supuesto ya que ella sangraba; después me tomaron la presión arterial. Me dijeron que ya estaba mejor solo me había bajado un poco la presión, pero que se había establecido a la normalidad; también me dieron la posibilidad de dispensarme por el resto el día e irme a mi casa en cuanto mi madre llegara al establecimiento, accedí sin protestar; quería irme a casa tirarme un rato en mi cama, abrazar a mi almohada o dormir un poco.
En cuanto a la pobre de Carla, se la llevaron para realizarle una radiografía, eso fue lo que escuché. No parecía ser un simple golpe. Parecía que la pelota le había quebrado el tabique, y que probablemente necesitaría una cirugía
Pobre de Carla, pero no me podía acercar a ella, ya que todavía podía ver que en su uniforme deportivo, habían rastros de sangre.   
Llegaron nuestras madres y solo pude despedirme con un movimiento ligero de mano, ella me sonrió y me saludo también.
No me fui sola, mi mamá nos llevó a Helena y a mí a casa, porque debido a lo ocurrido, nos habían dado el resto del día a todas. La profesora tenía que acompañar a Carla en el hospital, como representante del colegio. Mi mamá nos llevó en taxi a casa. No nos importaba que Helena viajara con nosotras, ya que ella vivía en la casa contigua a la nuestra. Me dormí todo el viaje, realmente me encontraba cansada todavía. Me senté al lado de la ventilla y la abrí completamente. Los viajes en autos ajenos suelen marearme un poco, y yo ya me sentía mareada.
Cuando el taxi se estacionó a un costado de la calle, también lo hizo el auto del padre de Helena que traía a su hermano Nicolás, su hermano mellizo, aunque no se parecían mucho. Él era mucho más alto que Helena y su cabello era un poco más oscuro y más lacio que el hermoso cabello dorado y con rizos de Helena. Aunque compartían el mismo color de ojos verdes. Lo habían heredado a su madre, Pamela.
El señor Guillermo traía temprano a Nicolás, de su práctica de básquet.
—Empezaron a pelear entre ellos mismos y ninguno salió limpio—comentó el padre de Helena.
Lo primero que pude ver es que Nicolás tenía toda la camiseta embarrada de sangre y ni siquiera parecía ser la suya. El solo ver que todavía estaba húmeda me revolvió nuevamente el estomago.
— ¿A ustedes qué les pasó? —preguntó el padre de Helena, pero yo ya no me encontraba allí. Había salido corriendo hacia el interior de mi casa.
Cuando estaba dentro me sentí mucho mejor y a los poco segundos sonó el teléfono. Atendí, y era Valentina. Quería preguntarme qué le había sucedido a Carla para que se la llevaran y me confesó que ella había tenido la culpa del golpe de, pero que por favor no se lo contara a nadie. Después me relató  como la profesora, mientras nosotras nos encontrábamos en la pequeña sala,  empezó a señalar con un dedo a cada una para que dijeran la autora del dichoso pelotazo…
— ¿En serio?—le dije intentando parecer interesada en la historia que me estaba contando tan emocionaba.
 Valentina captó mi desanimo por teléfono y me dijo resignada que me contaría todo otro día. Le agradecí por el gesto y me despedí. Nos conocíamos  demasiado entre las cinco como para saber qué nos acontecía y qué no. Pero quizá, no nos teníamos tanta confianza después de todo, ya que cada una tenía un pequeño secreto que guardaba celosamente. Por ejemplo algún problema familiar, algo vergonzoso el pasado no revelado, y que no debía ser descubierto jamás, o un amor prohibido; algo por el estilo, cosas que costaban confesar.
Por mi parte yo guardaba el nombre del chico que me gustaba; y no pensaba decírselos por el momento, simplemente no me atrevía. No sabía cómo iban a reaccionar y no quería saberlo tampoco.
En el caso de Helena era algo más serio que lo mío, pero yo no iba a obligarla hasta que me lo confesara; algún día lo haría sin esfuerzo por mi parte, yo sabia que así seria, tal vez con el tiempo quisiera contármelo.
No fui la única que notó aquello.
Rocío me preguntó unos pocos días después del accidente de Carla:
— ¿Algo malo le sucede a Helena?—me preguntó reflexionando un poco. —. La noto, un poco alterada, abstraída ¿no lo has notado?
—No—le mentí—. Seguro está preocupada por el examen de la próxima semana de historia.
 Traté sonar indiferente pero no lo conseguí; ella lo notó al instante.
—Sí lo habías notado—me acusó.
 Mi cara jamás expresaba lo que yo deseaba, siempre lo opuesto y exagerado
— ¿Por qué no lo mencionaste antes? ¿Desde cuando sospechas que a Helena le aflige algo? ¿Te insinuó algo?
—Bueno, sí la he notado un poco rara — ya no le iba seguir mintiendo—, aunque no quiero presionarla.
 Porque la conocía bien, y si la presionábamos para contárnoslo, ella se cerraría aun más y jamás en la vida nos lo contaría; no le gustaba ser el centro de atención de nadie, ni siquiera en su casa.
—Sí, tienes razón—dijo Rocío después de unos segundos, sacándome de mis pensamientos—. Pero podríamos organizar una noche solo de chicas, —comenzó a hablar muy animada—. Y comenzar a contarnos cosas, como nuestros secretos y tal vez se anime, y nos cuente lo que le pasa.
—Creo que puede resultar—le dije.
 Ya podía imaginarme esa noche; una noche solas cinco adolescentes de quince años en una habitación, confesándose quién sabe que cosas… Seguramente me torturarían hasta que dijera quien era el chico de mis sueños.
Jamás pensé en decirlo hasta que a Rocío se le ocurrió una buena manera para que Helena hablara de lo que le estaba sucediendo. No pensé que algún día podría sucederme aquella situación, pero si yo confesaba aquello, ellas debían darme algo a cambio.
Puesto que era algo muy privado para mí y valioso de saber para ellas. Varias veces me amenazaron con golpearme hasta que confesara, pero yo sabia que no lo diría y ellas muy en el fondo también. Pero ahora podríamos llegar a un acuerdo, yo les contaba y Helena nos decía qué le ocurría.
En este momento sonó la campana, que anunciaba en fin del receso, y regresaban Carla, Valentina y Helena. A Carla le tocaba tomar unos calmantes para su dolor post-cirugía, como le había recetado el medico, una semana atrás. Cuando también le prometimos a la mamá de Carla, que nos encargaríamos que se los tomara en los horarios correctos. Ahora venían del baño. Por lo general íbamos todas y la sujetábamos, hasta que por fin podíamos hacer que se las tragara. Cuantas mas éramos, mas rápido terminábamos, pero Carla estaba mas dócil ahora, pero al principio nos pasábamos gastando pastillas. Ella al no poder tragarlas las escupía y por supuesto esas las desechábamos y en menos de cuatro día habíamos derrochado fácilmente cincuenta pastillas. Nos cansamos y le dijimos a ella que si no colaboraba, su nariz se pondría muchísimo peor y se le caería sola en cualquier momento. Desde ese entonces ella tomó conciencia y ya no daba tanta lucha.
Lo que no nos quedó en claro, era si realmente sabía que se trataba de una mentira que su nariz se saldría sola…
Para cuando ellas estaban entrado al aula, detrás venia la profesora de Lengua y Literatura; mi asignatura favorita, aunque la profesora que la dictaba no me agradaba tanto. La profesora llamó al orden a las alumnas que continuaban gritando. Luego vi cuando Roció arranco un hoja de su carpeta y comenzó a escribir un nota para todas. Esto hacíamos para poder comunicarnos en clases sin hablar. Era también una forma bien discreta de hablar de las otras personas. Jamás encontraban nuestras notas y tampoco sabían de que o quien hablábamos.
Rocío pasó la nota sin que la profesora lo notara al banco de Valentina que esta en frente al de Helena, que se sentaba a mi lado derecho.
Valentina tiró la hoja de carpeta al banco de Helena. Ella la leyó y al poco tiempo empezó a escribir y luego se la pasó al banco de Carla que estaba detrás de mí.
Creo que nos hace falta un poco de emoción; propongo que tengamos una noche para nosotras. Tipo una fiesta de pijamas este fin de semana… ¿Qué opinan? Pero no sé en que casa.  En la mía no se puede porque mi mamá no estará, viaja a casa de mi abuela, y mi papá no está en el país, vuelve el lunes por la noche. Y a sus padres no les agradará la idea que una empleada y mis cuatro hermanos estemos todos juntos. ROCIO
“¡Me parece una buena idea! Después de tanto estudiar, necesitamos relajarnos y comer mucha comida chatarra… en mí casa se podría organizar, pero para la semana que viene… Valentina.”
“En mi casa sí se puede, solo tenemos que cuidarnos que mi hermano no nos moleste, también tengo que decirle a mi mamá que llame a las suyas y todo listo .Helena”
“Me parece una buena ideo. ¡Que bueno! ¡Fiesta solo de chicas! Carla.”.
La última en escribir la nota fui yo. Después de leerla escribí:
Me parece bien si a ustedes les parece bien, Buena idea ¿se le ocurrió solo a Rocío? Y es verdad en lo del hermano de Helena; él puede ser muy molesto. Victoria.”
  Luego la hoja circuló una vez más por todas nosotras y luego despareció. Ya habíamos decidido que nuestra reunión solo para chicas, seria ese fin de semana, y ya estábamos a jueves. Seria en casa de Helena. Era perfecto, así ella podría contarnos lo que le pasaba ya que estaría cómoda, en su casa. A solo dos noches estaríamos contándonos varias cosas, sin omitir mi posible tortura. Yo no podía desear más que llegara aquella noche.



La noche de chicas prometía ser buena. Después del colegio que finalizaba a eso de las seis de la tarde, nos fuimos todas en el auto del padre de Helena, que muy amablemente nos fue a buscar a la salida. Luego cuando llegamos a casa, pasamos toda la tarde en mi casa.
Mi mamá era la mejor cocinera que podía existir y nos preparó una sabrosa merienda, con pastel incluido. Después de varias horas de pasárnosla riendo y conversando entre todas, decidimos trasladarnos a casa de Helena.
En la entrada estaba su hermano, pero no nos dijo nada, solo nos miró. Pamela nos recibió con una gran sonrisa y nos dio permiso de corazón para que hiciéramos uso y abuso de su cocina. Después de discutir un rato sobre lo que íbamos a preparar terminamos decidiendo que haríamos pizzas caseras, para todos. Habíamos ensuciado más que cocinado las par de pizzas que nos salieron, después de utilizar inútilmente tres kilos de harina.
 Pamela, la mamá de Helena nos venia  a observar de vez en cuando; también su hermano que decía que de un momento a otro debíamos llamar a los bomberos:
— ¿Ahora qué están tramando?—nos acusó, pero con una sonrisa—. Espero que limpien todo lo que han ensuciado ¿eh?
Luego se acercó a Helena y habló algo muy bajito con su hija en un apartado.
—Bueno niñas espero que disfruten de su noche—dijo en voz alta a todas—. No se queden despiertas por mucho tiempo. Yo me encargo de limpiar aquí, vayan tranquilas. Y me alegra el tenerlas de visita esta noche…
 Diciendo eso se retiró de la cocina, y nos dejó solas.  Era una muy buena mujer, siempre me cayó agradablemente bien. Claro que también la conocía casi de toda mi vida, ya que Helena y su familia vivían al lado de mi casa. Era como mi segunda mamá cuando me quedaba en su casa, cuando mis padres salían.
Luego que limpiáramos a medias, el desastre que habíamos dejado en la cocina, nos retiramos al baño, para cepillarnos los dientes y limpiarnos un poco la salsa y la harina que teníamos en el pelo y por toda la cara. Parecía que estábamos camufladas o que nos habíamos caído dentro de la sartén con salsa.
En la habitación de Helena, después que desplegamos nuestras bolsas de dormir, y nos habíamos puesto nuestros pijamas, eran quizá las once casi las doce de la noche. Nos  estábamos pintado las uñas de los pies y de las mano y  tuvimos que abrir la ventana porque el olor al esmalte de unas nos estaba intoxicando.
Apagamos las luces y solo nos iluminábamos las caras con una pequeña linterna. Era el momento de contar historias de terror. Todas tuvimos nuestro turno, todas esperábamos al de Valentina. Ella siempre se sabía buenas historias de terror. Nunca supe si las iba inventando a medida que las contaba o si alguien más de las había escuchado. Con las de las demás solo nos causaba cosquillas, no miedo y nos habíamos reído más de la cuenta.
Por eso siempre dejábamos a Valentina para el final. Ella era una maestra en contar estos tipos de historias. Siempre eran espeluznantes y ella las hacía con tal realismo, e incluida onomatopeyas a medida que la tensión sube, su voz va cambiando también de tono.
 Todo estaba en suspenso, casi un poco tenebroso debo decir, mientras Valentina nos relataba cómo una valiente joven intentaba recuperar un collar que se había olvidado la noche anterior en el cementerio, después que había tenido una sesión espiritista con sus amigas en el mismo lugar. Se le desprendió del cuello, cuando intentaban escapar de los ruidos que provocaban los muertos.
—El olor era inexplicable—relataba Valentina con su voz terrorífica—. Ella tenía que recuperar su collar, se lo había regalado su madre para su cumpleaños y era de oro.
»Aparte no podía pedir ayuda a nadie mas. Nadie debía saber que ellas habían estado la noche anterior allí y tampoco debían saber lo que habían estado haciendo.
»Agustina, caminaba y caminaba en una noche sin luna, entre las tumbas que estaban repletas de plantas y olvidadas… Intentaba recordar con claridad el lugar exacto en el que habían estado la noche anterior con sus amigas, pero no lograba hacerlo. Todas las tumbas eran parecidas. Era como si estuviera caminando en círculos.
»La linterna que llevaba tampoco le ayudaba mucho. Estaba completamente asustada y solo escuchaba los mismos sonidos que la noche anterior.
Valentina imitada los sonidos espeluznantes, golpeando con su puño en un mueble de Helena. Eran muy reales; al menos yo los sentía de ese modo. Estábamos tan inmersas en lo que ella nos estaba contando que no nos habíamos dado cuenta que nos encontrábamos todas pegadas a las otras y Valentina sola en el otro lado del dormitorio.
—Agustina siguió caminando. Debía encontrar el collar y no hacer ruido alguno para no provocar a los muertos más de la cuenta. Estaba muerta de miedo, claro. Nunca en su vida había escuchado tales sonidos. Dicen que cuando ese sonido se escucha en un cementerio, y más por las noches es porque los muertos no están del  todo muertos. Y luchan dentro del féretro para poder salir…
»Agustina sintió que alguien la estaba persiguiendo, pero como no había luna, no podía ver la sombra del que la perseguía. Y entonces…
 Todas gritamos al ver una sombra oscura, muy negra asomar primero la cabeza por la ventana lentamente y luego saltó hacia adentro. La sombra se empezó a acercar a nosotras que comenzamos a gritar más fuerte y de repente la luz se encendió.  
 La sombra no era más que Nicolás, el hermano de Helena. El señor Guillermo entró en la habitación muy asustado, al oír nuestros gritos y nos descubrió justo cuando le golpeábamos todas juntas con nuestras almohadas.  El padre de Helena lo reprimió y  luego se llevó a Nicolás, regañándolo aun más. Terrible susto nos había dado. Seguramente lo había planeado y también había estado escuchando cuando Valentina relataba la historia de terror. Todas nos quedamos en silencio, pero con la luz prendida. Ya no había ánimos para seguir escuchando historias de miedo.
Casi estábamos a punto de dormirnos cuando escuchamos un ruido en la ventana.  Todas preparamos nuestras almohadas, pensando que se trataba del hermano de Helena de nuevo, pero solo era una mariposa, una de las negras, aquellas que no inspiran encanto alguno, intentaba salir, pero no encontraba la abertura. Por lo menos nos despertó un poco.
Rocío comenzó a hablar:
— ¡Vamos, cuéntenme algo! —se friccionó las manos como si fuera una autentica villana de película.
— ¿Por ejemplo? —le preguntó Valentina, que se sentó en el suelo.
—Por ejemplo el nombre de la persona que les gusta ahora, o la que les gustaba. ¿Victoria? —me miró muy ansiosa.
Yo sabía que me harían pasar por aquello.
—En realidad no quiero. Tengo un poco de sueño.
Les dije y me recosté en el pedazo de dormitorio que me había tocado, donde había colocado mi bolsa de dormir, tapándome la cabeza con otra almohada.
—Hasta mañana—les dije.
Pero si realmente quería saber lo que pasaba con Helena tendría que decirlo.
— ¡Oh! Victoria no seas tan mala—dijo Valentina—. ¿A caso no somos tus amigas? Aparte tú sabes todo de nosotras. Es injusto que o sepamos todavía quien te gusta. — lo dijo con un puchero en su cara, muy gracioso, mientras las demás se sentaban a mi alrededor.
— ¡Sí! Es verdad. No es posible que no nos digas al menos el nombre. Eso no es de amigas—dijo Helena con enojo falso—. Es mas estoy comenzando a pensar que se trata de alguien a quien conocemos, y no se porqué te provoca vergüenza decirlo. — me reprochó ella.
Era justo lo que estaba esperando. Era muy malo de mi parte jugar de este modo pero no me quedaba otra opción.
—Bueno, yo les cuento pero tienen que prometerme dos cosas. Uno: que no le dirán a nadie pero a nadie. Dos: que Helena…
— ¿Yo? ¡¿Qué?!
—Tu nos contaras el motivo que te trae tan afligida—le dije sin mido—.Y no nos vengas con es cuento de que no te pasa nada, que estás bien y que vemos cosas raras en donde no las hay; porque todas nos dimos cuenta que algo te traes y no nos quieres contar tampoco. ¿Si? Sino no cuento nada y me voy a dormir—le amenacé.
 —Bueno, solo porque quiero saber quien es—contestó ella haciéndose la difícil—. Pero tú nos contestas todas las preguntas con la verdad y yo después les cuento todo.
Se me había dado vuelta todo lo que tenía planeado. Ahora no solo querían saber un nombre, sino también iban a realizar preguntas.
         —Bien, empecemos antes de que me arrepienta—dije— ¿Qué quieren saber primero?
—Yo quiero saber si lo conozco…—empezó Carla.
—Sí. Si lo conoces… Todas ustedes lo conocen— respondí yo.
— ¿Su nombre es…?— dijo Valentina.
—Su nombre es Nicolás.
 No puedo creer que lo este diciendo, pensé.
— ¿Nicolás? ¿Qué Nicolás? Supongo que tiene un apellido, ¿no?
Se animó Helena.
—Eh sí… claro que tiene un apellido…
—Y ¿Cuál es? —agregó Rocío.
—Tiene tu mismo apellido—miré a Helena—. Y probablemente hasta tu mismo tipo de  sangre. —le dije.
 ¡No puedo creer lo que me esta pasando! ¡Dios!
— ¡¿Me estas diciendo que te gusta mi hermano?! ¡No lo puedo creer!— en ningún momento pareció enojada, todo lo contrario, parecía emocionada, divertida, entusiasmada. —. No me estás mintiendo, ¿verdad?
—No… creo…creo que no— ¿es que era ten difícil de creer?
— ¡¿En serio?! ¡Nicolás!— gritaba Rocío.
—Perfecto Rocío—me enojé un poco—. Grita un poco mas, me parece que no escucharon en mi casa.
¿Cómo podían ponerse así?  Es verdad se trataba del hermano de Helena, pero hasta ahí no mas, me parece atractivo, pero no pensé en casarme con él ni nada por el estilo. No me sentía tan enamorada como para ir por la vida saltando y tirando pétalos de flores con el nombre de Nicolás y el mío, impresos dentro de un mismo corazón. Solo me gusta, como cualquiera de los chicos a los que les gusta cualquier chica de mi edad o eso creo. Para mi no representaba la gran cosa.
— ¡Ay! ¡No lo puedo creer! ¡Vamos a ser cuñadas! ¡Que emoción!
 ¡¿Qué?! ¿Cuñadas? ¿Es decir que no esta celosa de que me guste su hermano? ¿Está tan contenta que ya empezó a planear mi futuro con él? ¿Se volvió loca?
— ¡Paren un momento! —les exigí—. No estoy entendiendo nada. ¿Qué pasa aquí?—pregunté ya alterada.
Me parecían extrañas las reacciones de las chicas. Carla no reaccionó ni en lo mas mínimo, como si no hubiera dicho nada, lo cual me pareció aun mas extraño de su parte,  por supuesto que yo no esperaba aplausos, pero me hubiera gustado saber que pensaba ella al respecto; Valentina se acercó a decirme que le parecía interesante lo que había dicho, porque no se imaginaba que fuera Nicolás, el chico que me gustaba. Rocío, todavía no lo creía, pensaba que yo solo disfrazaba la verdad. Y Helena, bueno, ella estaba feliz, no puedo decir más, estaba saltando literalmente de felicidad. Primero me reprochó de que no le hubiera dicho aquello antes; después tuve que obligarla a que no le dijera a nadie; cuando ella quería despertar a su madre para contárselo.
Después me contó que ellas habían hablado de las posibilidades que había de que yo me pusiera de novia con él. Yo simplemente lo creía. Parecía que la noche tranquila, que fue al principio, pero ahora se ponía cada vez peor.
Cuando estaba a punto de olvidarme, les recordé que yo ya había cumplido con mi parte del trato y ahora les tocaba a ellas; principalmente a Helena. Todas estuvieron de acuerdo una vez más y Helena comenzó a hablar. Y por un glorioso momento se olvidó mi bochornosa confesión, que jamás en la vida debía haber dicho. Menos en casa de Helena, donde cualquiera del resto de su familia podía escucharme.
—No creí que se dieran cuenta—comenzó a hablar ella bajito—, pero las subestimé. Es verdad que algo me abstrae y  me inquieta un poco… No sé por donde empezar. Tal vez me preocupe por algo de poca importancia pero tengo el derecho a hacerlo ¿verdad?—todas contestamos que sí—. Bien—continuó ella—. Hace unos días acompañé a mi mamá a realizarse un chequeo. Francamente era un estudio monográfico…
—Dicen que esos estudios duelen mucho— interrumpió Rocío— ¿Le dolió a tu mamá? ¿Cómo se siente o que se siente hacerse un estudio como ese?
— ¡Rocío basta!—le gritamos Valentina, Carla y yo.
—Como decía, bueno—suspiró ella—. Al principio se trataba solo de un chequeo general, algo que se debe de realizar todos los años al menos una vez por año
»Pero el otro día la encontré llorando, cuando llegué del colegio. No había nadie más en casa. Le habían dado los resultados de la mamografía, y al doctor no le gustó lo que salió.
»Dice que hay un pequeño tumor o algo por el estilo, en su seno derecho. Tiene el tamaño de la uña del pulgar—nos mostró su pulgar—. Lo vi por mi misma en el estudio. Se ve perfectamente.
»Tienen  que realizarle una pequeña operación para poder diagnosticar lo que en realidad tiene, o porque salieron los estudios con esa anomalía. El doctor dice que puede ser serio como puede no serlo. Por eso para estar más seguros quiere operarla, sacar esa cosa y saber qué es. Dijo que seria una cirugía sencilla y sin complicaciones, pero lo mismo me preocupa.
«También por ese motivo me recordó, que les preguntara si me podía quedar en la casa de algunas de ustedes, ya que ella estará internada uno o dos días, y no quiere que me quede sola en casa, porque mi papá obviamente se quedará con ella en el hospital. Eso fue lo que me dijo cuando estábamos en la cocina.
— ¿Cuándo la operan?—pregunté yo.
—El miércoles de la semana que viene, al mediodía—me contestó un poco triste—. Por eso quiere, si no es mucha molestia, quedarme en casa de alguna de ustedes después del colegio. Y Nico se quedará aquí. No quiere irse a casa de ninguno de sus compañeros…
—Ya sabes que puedes contar con mi casa y conmigo para que lo que quieras—le dije.
—Sí, mi casa también está a tu disposición—agregó Valentina.
—Yo tendría que preguntar, pero no creo que sea un problema para nada alojarte uno o dos días, o los que hagan falta—le dijo Carla a su vez.
Rocío  hizo el ademan de hablar para hacer su oferta también, pero Helena la interrumpió.
—Mil gracias chicas, pero preferiría quedarme en casa de Victoria, si no les importa, ya que me queda cerca y la conozco suficiente. Aparte no quisiera que Nicolás se quedara completamente solo, es muy sensible, aunque no lo crean.
—No hay ningún problema entonces. Te quedas en mi casa—dije —. Pero nos deberías haber avisado antes todo esto, no esperar a que te lo preguntáramos.
—Sí, ya lo sé—se disculpó ella.
Después de hablar un rato más entre nosotras y un largo abrazo grupal, comenzamos a adormilarnos, pero me costó dormirme. Helena me había dado mucho en que pensar, lo que más me preocupaba era la posible enfermedad que pudiera tener su madre; no quería pensar en lo peor, pero tampoco podía evitar hacerlo. Yo sabía por muchos casos que cuando encuentran anomalías como esas casi nunca terminan bien.
Por un momento me puse en su lugar y me quedé pensando qué haría yo si fuese mi mamá la que sufriera algo como lo que tenía Pamela. Yo me muero, literalmente, si algo le llegara a pasar a mi mamá. Es horrible la situación, y la comprendo totalmente. Yo también me sentiría triste si se tratara de mi madre. Es mas estoy un poco triste, porque se trata de la madre de mi mejor amiga en todo el mundo. Prácticamente sentía a Pamela como mi segunda madre, me había criado de cierta manera ella también.

viernes, 25 de marzo de 2011

Primer capitulo


Capitulo I


Recuerdos

Jamás en lo que llevaba de vida, me había puesto a pensar en qué pasaría si algún día podría llegar a perder a un amigo. Un ser de suma importancia, alguien como un hermano, alguien con quien sabes que puedes contar y que sabe que contigo puede contar.
¿Cómo explicar lo que aquella noche sentí?, ¿cómo resumirlo en una palabra sin dejar de ser precisa? No existen todavía los adjetivos para hacer tal cosa.
Había perdido esa noche a alguien muy importante en mi vida; una amiga, que supo ser mi amiga en todo momento y que jamás volveré a verla en cuerpo y alma, solo en mis sueños y en mi corazón, en mis recuerdos.
Yo entiendo que no es lo peor que le puede pasar a uno en esta vida. Perder a un hijo, eso sí que no tiene nombre, yo lo viví en carne propia, pero es que ya me venían pasando una serie de cosas, y todas seguidas, que aquello fue lo último que esperaba, aunque sabía que pasaría algún día y que, con cada día ese día se acercaba mas y mas, porque mi amiga tenia los días contados.
Ella estuvo conmigo en los peores momentos de mi vida, y de alguna manera debía agradecerle lo que hizo por mí, y la mejor manera que encontré fue acompañándola en los últimos momentos que le quedaban.
Hoy quizá es el día más triste de toda mi vida. Me encuentro desolada, en medio del parque, bajo la lluvia que cae incesantemente y es cuando me invaden los recuerdos.
Recuerdos que no voy a olvidar, eso es seguro. Recuerdos que viví junto a ella. Y junto a él…
Parece que hubiese sido ayer cuando nuestras madres, que ya eran amigas, nos presentaron la una a la otra. Pero ya pasaron muchos años y muchas cosas desde que dejamos de ser unos bebés.
Sí desde bebés estuvimos juntas. Conozco a Helena desde que tengo uso de memoria y recuerdo que no hubo ni un solo día en el que no estuviéramos separadas.
Al menos cinco minutos nos bastaban para contarnos todo lo que habíamos hecho ese día sin vernos. Nos conocíamos tan bien que a veces las palabras estaban de más. Fue mi primera amiga, la mejor de todas.
Cuando comenzamos la secundaria, juntas, en un nuevo colegio, se nos unieron Rocío, Carla y Valentina. Éramos inseparables, íbamos de un lado para el otro las cinco.
Helena nació el 25 de diciembre de 1984; un hermoso día escogió para venir al mundo. Luego la seguimos Rocío, con solo un mes de diferencia a Helena. Yo nací en 1985, el 14 de febrero. Valentina cumple años en el mismo mes que el mío solo con la diferencia de cuatro días, y en el último lugar, Carla que cumple años en agosto. Aunque Helena haya sido la mayor del grupo, siempre la vimos como a la más pequeña, quizá la más débil, la que requería de nuestro apoyo y cuidado incondicional; pero sin dudas algunas, demostró ser la mas fuerte de todas nosotras, la que mantuvo al grupo unido, era la mejor.
Tal vez la considerábamos la más frágil, por todo lo que sufrió en esta vida. Su madre Pamela, murió cuando ella iba a cumplir dieciséis años. Su familia después de ese acontecimiento comenzó a decaer en un pozo depresivo. Al señor Guillermo le costó mucho poder mantener a su pequeña familia con un solo pilar; claro es difícil recomponerse de una gran perdida como lo es la perdida del amor de tu vida, del cual vives  y harías hasta lo imposible por proteger. Solo ahora me doy cuenta de este hecho.
Helena con solo dieciséis años, asumió el rol del otro pilar de su familia, para que no decayera, ¿pero quién la sostendría a ella? Es aquí donde entramos nosotras, siempre estuvimos allí, para cualquiera del grupo. Para cualquiera que lo necesitase. Siempre íbamos a estar allí para cualquiera.
Hoy nuestra querida amiga ya descansa en paz, por fin, fue un largo viaje para ella, largo, doloroso. La extrañaremos mucho por supuesto pero la recordaremos con mucho, muchísimo amor.
La primera imagen que vino a mi mente sin mayor esfuerzo fue nuestro primer día de secundaria; allí es donde comienza esta historia. Una simple historia de vida, pasión y amistad…